En nuestras horas más solitarias, en las medianoches más oscuras, nuestros corazones empapados por la lluvia tiemblan y empiezan su repique, un repique machacón y ruidoso, lleno de lamentos y reproches. Cuando nuestro corazones nos susurra de esta manera, lo único que podemos hacer para sanarnos es escucharle e ir a muerte con él, en conquista de nuestros más profundos sueños.
El corazón de la joven Shizuku anhela escapar de la vida formal y mundana, anhela escribir historias, ensueños. Su propio camino personal nos sirve de ejemplo de la necesidad que tenemos nosotros mismos de adoptar nuestras propias sendas, viviendo a nuestro modo en este mundo informe de personas uniformes. Ella y su amigo son soñadores, y esta tierna historia sobre creadores nos enseña la importante lección de no vender nuestras almas al diablo de la mediocridad.