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Voto de Marcos 'La Joven Promesa':
8
7,3
4.091
Comedia
Elwood P. Dowd (James Stewart) es un hombre afable, cariñoso y siempre dispuesto a ayudar a los demás. Su único problema es que va a todas partes acompañado por un imaginario conejo gigante al que llama Harvey. La familia de Elwood no sabe qué hacer y opta por llevarlo a un psiquiátrico. (FILMAFFINITY)
17 de enero de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El excéntrico personaje de James Stewart deambula en esta historia del brazo de un conejo invisible de dos metros llamado Harvey, para sorpresa de propios y extraños.
Las relaciones con su familia se vuelven sumamente complicadas debido a este hecho, creando el enredo que será la base de la película, esto es, la intención de su bienintencionada pero cerrada hermana de meterle en un sanatorio mental para que no espante con sus locuras a las amistades que visitan su señorial casa.
A partir de aquí, y más allá de los tejemanejes tan propios del cine de aquella, nos queda un lucido relato moral acerca de un hombre de corazón puro, un verdadero despierto, alguien que pone el ser bondadoso por encima de ser listo, movimiento sumamente inédito en nuestra cultura, tan presa de las ansias de encajar y de la pose, un mundo de gente incompleta que trata de suplir su vacío con hueca vanidad y falsedad, buscando el sentido en trabajos esclavos y el seguimiento de las convecciones sociales.
Suena triste, y lo es, pero nos queda un rayo de esperanza, y este es, simplemente, intentar nosotros mismos ser un poco más como Elwood cada día, enarbolando en nuestros corazones la bandera de la bondad, hablando con propios y extraños, mostrando amor por ellos, sean quienes sean, y, sobre todo, no devolver el mal que nos hacen aquellos dormidos con más mal, pues es esta espiral la base de los problemas del mundo.
Las relaciones con su familia se vuelven sumamente complicadas debido a este hecho, creando el enredo que será la base de la película, esto es, la intención de su bienintencionada pero cerrada hermana de meterle en un sanatorio mental para que no espante con sus locuras a las amistades que visitan su señorial casa.
A partir de aquí, y más allá de los tejemanejes tan propios del cine de aquella, nos queda un lucido relato moral acerca de un hombre de corazón puro, un verdadero despierto, alguien que pone el ser bondadoso por encima de ser listo, movimiento sumamente inédito en nuestra cultura, tan presa de las ansias de encajar y de la pose, un mundo de gente incompleta que trata de suplir su vacío con hueca vanidad y falsedad, buscando el sentido en trabajos esclavos y el seguimiento de las convecciones sociales.
Suena triste, y lo es, pero nos queda un rayo de esperanza, y este es, simplemente, intentar nosotros mismos ser un poco más como Elwood cada día, enarbolando en nuestros corazones la bandera de la bondad, hablando con propios y extraños, mostrando amor por ellos, sean quienes sean, y, sobre todo, no devolver el mal que nos hacen aquellos dormidos con más mal, pues es esta espiral la base de los problemas del mundo.