Ella llego a mi vida en aquellos aciagos días, al principio como un tenue rayo de luz que gradualmente fue imbuyendolo todo con su sagrado fulgor. Fue mi primer amor, y fue la primera que me dejo, cerrándome las puertas del dulce paraíso que me había abierto. Aun recuerdo cuando caminábamos juntos, y frecuentemente vuelvo a visitar aquellas calles y avenidas en que mi vida alcanzo su punto álgido, esperando que ella se adentre también en la persecución de nuestros recuerdos y podamos, ay! encontrarnos de nuevo en nuestro lugar especial.
Esta película es una preciosa recreación de las marcas que el amor verdadero deja en nuestras almas, dándonos unos recuerdos tan bonitos como dolorosos, que nos sumergen en una perpetua ensoñación de aquellos días, de aquellos pequeños instantes en que logramos encontrar el sentido de la vida en aquel oasis de amor, de éxtasis.
Comidos por la pena, no cesamos de caminar y caminar en un vano intento de volver a sentir aquellas sensaciones, mientras nuestro cuerpo se hace cada vez más delgado y nuestra sombra más alargada. El videoclip final de esta película es una de las mejores recreaciones de este determinado estado mental que he visto.