La sabiduría de Eastwood es grande y es mucha, más aún de la mano de dos productores como Kennedy y Spielberg. El guión es espléndido porque aúna emoción con inteligencia, sensibilidad con misterio. Clint acierta con un delicioso melodrama que toca fibras muy sensibles con una elegancia encantadora, cautivante, muy bien apoyado en una fotografía y una ambientación extraordinariamente cuidadas para el lucimiento preciso de un reparto de primerísima línea con la breve colaboración de la gran Marthe Keller junto al fascinante belleza de Cecile de France y el aplomo admirable de Damon en un contexto de excelentes actores para mí desconocidos de Francia, USA y UK.

Película de historias cruzadas que también puede evocarse como de episodios.

Eastwood es el único gran director veterano, ya con 80 años, capaz de sacar brillo a tan profundos y dolorosos acontecimientos con la sencillez del viejo contador de historias que se sienta junto a la chimenea para narrarnos situaciones que nos conmoverán momento a momento, y también después, cuando la noche nos alcance y avancemos solitarios hacia el nuevo día con un buen puñado de cosas que contarnos a nosotros mismos; un buen puñado de preguntas también.