Una película contundente y dura, con pegada y sin miedo a manifestarse como tal. Desde el punto de vista de la historia, esta puede parecer sencilla, pero su gracia no está ahí, sino en la forma en que esta está contada. La narración nos expone la misma trama desde los tres puntos de vistos de los tres personajes protagonistas, técnica mediante la cual el film gana en ritmo, misterio y sustancialidad, pues permite apreciar matices y sutilezas clave para el desarrollo del metraje. Junto a este elemento, el más destacable, apuntar que el director consigue captar la atención del espectador en todo momento, con una agilidad y fluidez de los planos encomiable, sin abusar de la acción ni tampoco de diálogos, muy buena medida en cuanto a la exposición de la trama.

Por lo que se se refiere a los actores y actrices, apuntar que prácticamente todos ellos están muy sólidos, desde Adam Driver, Matt Damon y Jodie Comer, pues todos ellos entrañan secretos y partes de su personalidad que permanecen ocultas y solamente se van ofreciendo a medida que el film avanza, dotándoles de profundidad y humanidad, todo ello con unas interpretaciones más que dignas y verosímiles, quizás con la excepción de Ben Affleck, el cual chirria bastante, desde su caracterización hasta su pueril interpretación del personaje al que da vida.

En cuanto al apartado técnico y visual, poco que decir, simplemente nada que reprochar, el film consigue imprimir un aspecto lúgubre, oscuro, triste y escabroso, con fuerte presencia del cromatismo marrón que da carácter a la película y sintoniza perfectamente con la historia que pretende contar, generando la atmosfera perfecta.

A modo de conclusión, podría decirse que nos encontramos ante un metraje sincero, duro y real, propio de la Edad Media, sin edulcorar, que cuenta una historia basada en hechos reales, de una forma real, sin evitar la brutalidad ni el amor, con una trabajada narración, que nos permite apreciar lo sutil que puede presentarse la propia existencia y los hechos que de ella se derivan.