Es un film que, sin ser nada del otro mundo, engancha como pocos, gracias a que abre el debate y la reflexión. Dirigida por Adrian Lyne, un director que únicamente cuenta con 9 películas en su filmografía, la película plantea de manera novedosa el tópico de "no es más feliz quien más tiene sino quién mejor sabe vivir".
Está claro que con un millón de dolares en la cuenta uno vive mejor, pero ¿y si ésto conlleva la ruptura con la persona que más amo en este planeta? Pues bajo este concepto, la película apuesta por el desenlace previsible, es decir, tiende a decirnos que el dinero no da la felicidad.
Para llegar a dar en la tecla, el director cuenta con nada más y nada menos que la estimable presencia de un trío de buenos actores, destacando un gran Robert Redford, quién hará de multimillonario, saliendo se su boca los mejores diálogos.
Su contrapartida será, Woody Harrelson, hombre preocupado por la mala situación económica hasta que todo da un giro tras ofrecersele una propuesta que en principio no ha de dejar pasar.
Una película polémica, atrevida, donde el ingenio está servido aunque con momentos de gran lentitud y en la que en algunas ocasiones parece como si presentara a la mujer como mera mercancía que puede ser vendida al mejor postor.
Me ha gustado bastante. Los aciertos son entre otros: la excelente partitura, que deja transmitiendo desasosiego y paz, el desenlace aunque previsible muy bonito, las actuaciones, el atrevimiento de la propuesta en su forma, no porque sea muy original el fondo y algunas escenas como ver a Demi Moore rodeada de billetes en la cama, la del final contemplando el mar o los toques cómicos que aporta el abogado del marido de la protagonista.