Thea Sharrock apuesta por un drama amable, en una película donde la sensibilidad expuesta no se convierte en un canto al absurdo, por lo que al final las lágrimas que se desencadenan con su visionado es el resultado de una encomiable manera de tocar la fibra: actores competentes, historia sin caer en lo blando y sin pasarse de sensiblera, toques cómicos que no molestan, previsibilidad adecuada sin desviar las pretensiones para satisfacer a buen sector del público, planteamiento que, relativamente, esquiva lo tramposo etc. Todo es contado de manera sincera, de un forma natural y, desde una perspectiva, existe gran atrevimiento final a la hora de enfocar el guión por dejar como elección el ser feliz en un mundo mejor. Discurso posicionado pero honesto. Más que un alegato a favor de la eutanasia lo que aquí se logra es una comedia dramática que cumple con honores en su género a pesar de caer en algunos momentos en lo fácil: tener un camino lineal, ponerme una música reincidente para llegar al público, dejar entrever el egoismo final del protagonista (canto a una mejor vida pero complicada elección al no tener en cuenta el sufrimiento de la otra persona), no dar en la tecla al 100 % en definitiva... algún error compensado con bastantes aciertos.