Es un placer encontrarse con comedias románticas con un humor tan inteligente como el que nos deja "Cuatro bodas y un funeral". Solo sea por su ingenioso guión, y por sus toques hilarantes, la película debe verse como una manera curiosa de afrontar cualquier ceremonia, donde los personajes entrañables hacen de la fiesta todo un compendio de destinos imprevisibles, gags memorables y relaciones imposibles. De todas maneras, la cosa no es para ponerla en una pedestal, si nos atenemos a que me ha resultado demasiado cansino y muy artificial algunas cosas como ver que detrás de una boda va otra -el mecanismo llega a hastiar ligeramente-, Sin embargo, la cuarta y aclamada boda se convierte en un experimento jocoso y la segunda con Rotwan Atkinson, ese cura tan carismático, se erige en una ceremonia que destaca por su simpatía y habilidad al llegar a un espectador sorprendido por la frescura de su resolución.

En cuanto al funeral lo meten con calzador un poco para dar este toque de drama y experimentar con algo que llegue al espectador en una faceta diferente a la risa. A pesar de este semi-fallo, no está mal el manejo de los géneros, en ningún momento deja de encajar la combinación humor-poquito de drama, y además, la estética y protocolo británicos quedan muy bien traídos en el conjunto y por ello, ante el despliegue tan efectivo de escenas tronchantes y la capacidad de atraer a un público con ganas de ver un final acorde al rumbo de la historia, esta comedia romática se convierte en un delicioso manjar. Y si no, siempre podemos ver a Hugh Grant bailar con la más fea -nunca mejor dicho- ante el despropósito de ver como su amor tarda en ser correspondido. Y es que por el dicho, ya se sabe: cada oveja con su pareja. El mejor aliciente de esta gran comedia es el enredo. Quizás lo único negativo, el ritmo algo lento.
Un 7, excelentes interpretaciones, y un manejo de la cotidianiedad y naturalidad envidiable. Todo al estilo british, lo cual se agradece.