Ali y Ava viven en la misma ciudad (Bradford), en barrios distintos y de culturas distintas. Un universo multicultural con códigos donde la mezcla y el intercambio no son habituales. Una convivencia tolerada con separación territorial de facto. De forma casual los dos protagonistas se conocen y, desde una situación de soledad real aunque ambos tengan un numeroso entorno familiar y una agenda sin interrupciones, terminan conectando a partir de una afición mutua por la música aunque las preferencias de cada uno estén en las antípodas.

Esta historia de amor de madurez, intercultural, de realismo social y con un sustrato musical muy importante está fundamentada en las más que solventes interpretaciones de la pareja protagonista Adeel Akhtar y Claire Rushbrook en esa línea de infalibilidad británica que ya he comentado varias veces y en un tratamiento directo de un buen puñado de temáticas en el más puro estilo Ken Loach: la emigración, el racismo, los malos tratos machistas, la falta de recursos, los secretos familiares o las difíciles relaciones intergeneracionales. Todo envuelto en una estética turbia de colores oscuros y con una cámara nerviosa acabará conformando una propuesta bastante digna y con momentos musicales realmente inspirados –hay que mencionar una escena que comienza de forma bastante agresiva y que acaba con un baile alrededor del coche de Alí– a pesar del conjunto y el ritmo sean algo irregulares.

Interesante historia de amor de segundas oportunidades que, sin edulcorar en ningún momento la realidad y con las contradicciones permanentes de ambos protagonistas, apuesta por un mensaje de un vitalismo y una humanidad bastante creíbles. (6,5)
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