El director Paul Greengrass ("Vuelo 93") nos ata bien atados a la butaca para hacer una narración de un suceso muy conocido y que no contiene ningún elemento sorpresivo en la trama con el riesgo asumido de caer en un relato plano y vacío de contenido. Consigue cumplir el reto con buena nota con la utilización de una técnica de filmación de cámara en mano, con cambios de planos continuos y con un dinamismo bastante elocuente para no tener ni un atisbo de duda en ningún momento que permita suponer que estamos ante un documental. Una habilidad narrativa llena de veracidad y rigurosidad que le dan a los hechos expuestos una solvencia que, exagerando un poco, puede parecer que superan a la realidad.
El capitán está interpretado por un Tom Hanks que se acerca a la perfección y apunta decididamente a un Oscar en un papel que va creciendo hasta una memorable, y un pelo exagerada, escena final. El actor da vida a un profesional que únicamente quiere hacer bien su trabajo y que en ningún momento se le asigna, con acierto a mi parecer, ninguno soplo de falsa heroicidad. El jefe de los secuestradores, Barkhad Abdi, también hace un papel con una fuerza interpretativa impropia en un debutante.
En mi opinión la cinta acierta en trama central dentro del mercante y el bote salvavidas llena de una tensión dramática intensa y trepidante que no defraudará a pesar que los minutos iniciales y finales parece que se hayan añadido para cubrir el expediente. La conversación dentro del coche con la pareja del protagonista antes de zarpar es insulsa e innecesaria mientras la parte final con las panorámicas espectaculares de los magníficos buques de la armada se aproximan a proselitismo. Aspectos anecdóticos si tenemos en cuenta el resultado final: dos horas largas sin respiro, "secuestrados" a las butacas y con una inquieta sensación permanente que los hechos pueden dar un giro inesperado a pesar que el final sea muy conocido.
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