Alguien dijo alguna vez, si vas a faltar al trabajo, esforzate en mentir, porque para tus jefes y compañeros es mucho más agraviante que no le des importancia a la excusa mentirosa, que la falta en sí misma. El cine es artificio, es "mentira", incluso aquel que maneje un registro realista, como en este caso. Incluso los documentales tienen que recortar material, realizar un montaje, manipular la información que se nos brinda. La mentira y artificio requieren esfuerzo, sobre todo, para que la arquitectura del relato no se deshaga ante el primer cuestionamiento.

En el caso de Wendy y Lucy, el relato no resiste el más mínimo pensamiento. El artificio es vago, mentiroso, sólo apto para aquellos espectadores que no se hagan ni media repregunta.

Ella es pobre. Está viajando sola. Tiene un auto roto y una hermosa perrita. Tiene un lindo peinado y poco más. Todo muy conmovedor. ¿Qué está haciendo? ¿Por qué lo hace? ¿Qué esperaba que pase, actuando tan ridiculamente? ¿Por qué jode a todo el mundo? ¿No le parece raro, que todo el mundo esté trabajando menos ella? Preguntas inevitables, cuyas respuestas no se sugieren y parecen imposibles de responder. Sospecho (en verdad no me cabe duda) que nada de lo que vemos tiene sentido. El fuera de campo, las motivaciones, su pasado, presente y futuro expectado, todo es una ausencia que invita a no pensar, para no destruir la conmovedora historia de una nena medio indie (y muy bonita, cuando no...) que ha extraviado a su perrita.

Linda fotografía. Linda protagonista. Vista desde aquí, parece hermosa la pobreza, no se de qué se quejan algunos... Y, para hacer todo más indignante, la fórmula del momento: "todos los perros son buenos y todos los varones son malos".

Historia conmovedora para gente que nunca tuvo ni tendrá que tirar un currículum. Indignades de internet, bienvenides, les encantará fingir que les ha gustado esta mentira de patas cortas que resulta Wendy y Lucy.