Esta película básicamente se sostiene por sus espléndidos decorados, vestuario, ambientación, y por supuesto, por sus actores. Un Tom Cruise como jamás había visto en mi vida, que toma la figura de Lestat y lo hace tan suyo que no podemos imaginarnos a otro en su lugar. Mis aplausos para él. Brad Pitt, que no le va a la zaga en su papel de Louis, pero se luce menos, y no por su culpa, sino por el guión. Y la otra gran joya de la película, una jovencísima Kirsten Dunst, que como la vampira Claudia da algunos de los momentos más potentes de la película (como el espejo y su encierro en el tragaluz). Antonio Banderas, que da un desempeño simplemente correcto y Christian Slater que pasaba por ahí.
Y es que esta película pudo haber sido mucho mejor, pues lo tenía casi todo, pero falló en uno de los puntos decisivos: el guión. Partiendo de un arranque totalmente inverosímil ("oh sí, soy un vampiro y pensaba comerte, pero como da la casualidad de que tú eres reportero, aprovecharé para confesarte la historia entera de mi vida, perfecto extraño"), el guión dio cuanto pudo, de tal manera que la primera hora es magnífica. Pero a partir de la segunda*, todo se fue al garete. Aparecen unos agujeros de guión grandes como cráteres de volcán**, y al final las cosas acaban pasando porque sí.
Una verdadera lástima que desperdiciaron tamaña oportunidad.