La brutal serie, con unos espectaculares actores principales (posiblemente el mejor papel de Woody Harrelson en toda su vida) tuvo un buen éxito de audiencia y crítica, con razones plenamente justificadas.
Es un thriller de asesino psicópata e investigación policial como no se veía desde los tiempos de “Seven” y “El silencio de los corderos”. Su dureza y pesimismo existencial son bastante fuertes, de forma que no es apta para ser vista con un estado bajo de ánimo, en absoluto.
La personalidad de los protagonistas y sus reflexiones sobre la maldad y la negatividad que imperan en nuestro mundo, es casi tan importante o más como la propia investigación criminal.
Además, la narrativa es muy particular, con saltos temporales que no termina de resolver el puzzle hasta el final.
Pero lo mejor de todo son las interpretaciones, especialmente la del de “Interstellar”, con un aspecto muy demacrado y fumando sin cesar, por las heridas del alma dejadas por este cruel caso.
Sus valores cinematográficos son tan altos, que se disfruta mucho a pesar de lo mal que lo pasan los personajes y la visión tan pesimista que tiene de todo.
El formato es el adecuado. Una temporada autoconclusiva y cerrada, que no da pie a estropear la historia. Desgraciadamente, el hecho de que esta historia les saliera bastante redonda, y el empeño de seguir con la serie, dio pie a unas segunda y tercera temporada (por el momento) que, no solo pierden por goleada en la comparación con esta pequeña joya, sino que directamente son malas en mi opinión, como desarrollo en mis correspondientes críticas.
Pero esta primera entrega de “True detective” hay que verla, sí o sí. Es muy buena.