Ya se pueden ver dinosaurios en el parque de dinosaurios. Vengan todos a la isla Nublar en Costa Rica, donde podrán disfrutar viendo comer a un T-Rex, o a un gigantesco ser marino que traga tiburones blancos como si fueran arenques. También hay tours al aire libre en coches y en un chulísimo giroscopio. Hasta los niños pueden tocar y jugar con los cachorritos de dinosaurio. ¡Una pasada para toda la familia! Claro, eso hasta que se escapa el híbrido “Indominus rex” y la lía parda. En las películas jurásicas siempre pasa algo que pone a los protagonistas en un buen lío.
Por suerte, tenemos al nuevo héroe de moda, Chris Pratt, que con pocos títulos en su haber, ya está como anillo al dedo en este tipo de superproducciones veraniegas, y las que le quedan.
Esta cuarta entrega no cuenta con ninguno de los principales personajes (humanos) de la saga. Solamente nos reencontramos con el doctor Wu. Eso sí, hay infinidad de guiños a la primera parte. Pero poco importa. Aquí las verdaderas estrellas son los simpáticos animalitos.
Creo que se ha respetado bastante el espíritu de ciencia ficción y aventura de la saga. Aunque Michael Crichton ya hace tiempo que murió, los guionistas saben explotar bastante bien el mundo que este genio ideó allá por 1993.
Al igual que los visitantes del “mundo jurásico”, los espectadores de las películas necesitan nuevos dinosaurios para emocionarse. Así que se han inventado uno que supera en bestialidad a todo lo visto, causando infinidad de problemas en un parque abarrotado de público.
Lo bueno que tiene la película es que puede parecer más de lo mismo, pero en el fondo se esfuerza por aportar ideas y situaciones nuevas. Principalmente lo que más me ha gustado es poder ver el parque a pleno rendimiento, con sus atracciones, tal y como lo ideara su creador John Hammond. Eso sí, no explican cómo llegaron a abrir, después de todos los incidentes que hubo, y más cuando la isla Sorna era un espacio protegido. Me hubiera gustado enterarme de cómo se llevó a cabo el parque, pero la película no pierde el tiempo con esas explicaciones.
Tenemos también la pequeña “ida de pinza” de los velocirraptores. Se hace bastante inverosímil que hayan podido domesticar a este brutal depredador. Deberían haber dicho que el bueno del protagonista los ha criado desde cachorros, pero tenemos que imaginárnoslo.
La película es espectacular y muy entretenida. Supera en calidad a la tercera parte, con lo cual no importa que hayan querido aprovechar esta gallina de los huevos de oro catorce años después de la anterior. Tiene un par de escenas que quedan en el recuerdo.
Aún así, se nota bastante diferencia con las dos primeras, cosa normal porque aquellas eran del gran Spielberg.
No es ni más ni menos que un taquillazo comercial lleno de efectos, rugidos, persecuciones y buen rollo, en el que solo falla que tarda un poco más de la cuenta en arrancar (a pesar de que la presentación del parque merezca la pena) y algunos momentos de humor que no me convencen. Pero bueno, siempre suelen meter chistes malos en este tipo de cine. Mientras no se excedan, me da igual.