Una de las películas menos conocidas de Wes Craven trata del oscuro y siniestro mundo del vudú.
Lo primero que llama la atención es que digan que está basada en una historia real. Sé que sí que hubo un investigador occidental que escribió un libro con sus investigaciones en Haiti, pero con toda la fantasía que impregna la película, sobre todo en su escena final, no hay quien se lo crea.
La ambientación da mucha grima, en esos cementerios por la noche, los rituales y los misterios del polvo zombie.
Aparte de las escenas de terror, que las hay, toda la trama se basa en la investigación del protagonista (un jovencísimo Bill Pullman), que es francamente interesante. No olvidemos que el veneno del pez globo (al parecer este es el principio activo del polvo zombificador) está en la base de todo este mundillo y por tanto es también el origen de los famosos muertos vivientes cuyas hordas invaden todo el ocio actual (aunque haya diferencias muy claras entre los de “Resident evil” y los que podemos ver aquí).
Tiene secuencias absolutamente fuertes, o al menos así me lo parecieron cuando la vi de niño. La escena de la portada (todo un “spoiler”), las pesadillas y lo de la tortura, se me quedaron grabadas porque me impactaron muchísimo cuando la vi en los lejanos tiempos del VHS. Revisionarla de adulto no es lo mismo porque ya no impresiona tanto, aunque me siga pareciendo una buena película que combina terror, fantasía e investigación entre ciencia y fe.
Eso sí, hay que reconocer que a Craven se le va un poco la olla al final. Está claro que en aquella época estaba un poco obcecado con el tema de las pesadillas que se entrelazan con la realidad, como ya vimos en su famosísima “Pesadilla en Elm Street”, cercana en el tiempo a esta. Estos momentos son muy fantasiosos. No me parece mal ciertamente, pero estando en una película que se vende como “basada en hechos reales”, están un poco fuera de lugar.