Venga, vámonos de excursión a los bosques australianos con Willem Dafoe. Veréis que bien nos lo pasaremos.
¿Es un cazador o un naturalista? Al principio no está claro, pero ya mismo nos va a dar igual cuando empecemos a arrepentirnos de ver este bodrio.
De buenas a primeras nos encontramos con Sam Neill, hablando de animales extintos. Ja, ja, ja. Me parto de risa con el guiño, doctor Grant.
Luego aparecen por ahí unos niños, cuya madre parece que pasa de ellos porque no sale hasta mucho más adelante.
Vale, el tipo este se va por el campo, caza animales y a otros los observa. ¿Por qué y para qué? Pues yo qué sé. Esto no tiene sentido, pero ver a Dafoe paseando en completo silencio durante largos ratos, me está dando bastante sueño.
Encima, vemos una secuencia en la que se baña desnudo con los niños. No tiene ningún trasfondo malo, pero ¿cómo se les ocurre filmar una cosa tan políticamente incorrecta?
¡A ver si acaba esto ya, que tengo cosas mejores que hacer que ver demonios y tigres de Tasmania!
Lo poco que pasa no tiene interés, pero lo peor es que cuando ya lleva 1 hora y 20, tratan de arreglarlo deprisa y corriendo, cuando ya no hay quien salve esta cosa.
Es lo que tiene el cine independiente (y las que se le parecen), que aburre hasta a las vacas y que tiene defensores capaces de verle virtudes donde yo solo veo tedio.
En fin, una completa pérdida de tiempo. Y yo ya estoy empleando demasiado en comentarla, cuando lo más eficaz sería simplemente repetir que hay cosas mejores que hacer que verla.