La primera era pasable. La segunda nunca debió existir. En mi recuerdo solo sé que no me apetece volver a verla nunca más.
No sé entonces porque he picado y me he arriesgado a ver esta inútil tercera parte. Desgraciadamente se parece más a la segunda que a la primera.
Para empezar, obviamente esta película es una comedia. Pero, ¿qué sentido tiene una comedia que no hace reír? No tiene ni una sola secuencia que me haya hecho gracia. ¡Ninguna!
Pero aún peor es el hecho de que no solamente no tenga ni chispa de gracia, sino que el humor que tiene, en vez de reír da ganas de llorar, de lo malísimo que es.
Momentos como el del mono con la lava, la estúpida vigilante inglesa, el hombre primitivo, cuando los personajes se vuelven locos o el bailecito de turno, dan como mínimo vergüenza ajena, por no decir ganas de dejar de verla por la mitad.
Todo es patético. No recuerdo si la segunda era o no peor, pero seguro que esta no está mejor, con lo cual se dice ya todo. Desde luego yo no estaría orgulloso de esto si fuera Ben Stiller.
Mención aparte se merece el “cameo” de Hugh Jackman, en el que “Lobezno” se ríe de sí mismo, en una de las escenas más vergonzosas del film (y mira que tiene).
De Ben Kingsley no digo nada, porque de este hombre ya me espero cualquier cosa.
Y aunque casi no merezca la pena mencionarlos, tiene fallos para parar un tren.
Cuando Owen Wilson está boca abajo, no se le cae el sombrero. Por cierto, que su personaje sabe perfectamente escribir en redes sociales cuando es un tipo del Oeste.
Y no nos olvidemos de que los faraones hablan inglés perfectamente, cuando Atila no lo hace (o eso parece).
En resumen, una estúpida comedia de las que solo consiguen que perdamos el tiempo, con una sucesión interminable de secuencias idiotas que no tienen gracia.
No me da la sensación de que vaya a haber una cuarta, pero si la hacen no pienso verla.
¡A tomar viento!