Tal y como terminó la tercera, la cosa se podría haber quedado ahí, pero no. De hecho, todavía nos queda media saga por delante.
Obligatoriamente por la trama, hay importantes cambios en esta entrega.
Lo primero que noto es que el “gore” empieza aquí a pasarse unos cuantos pueblos. Da la sensación de que los guionistas se recrean demasiado en la violencia de las trampas, cada vez más bestias y sangrientas, aunque también son un poco más simples, la verdad. Por primera vez (si no me equivoco), salen trampas “multijugador”.
Pero lo que a mí más me gusta de esta saga es, por encima de las salvajadas, la trama principal. Un entramado de engaños y giros argumentales, con la típica avalancha de sorpresas al final, con la conocida musiquita de fondo. La policía no tiene nada que hacer con un asesino tan despiadado e inteligente. Lo pongo en spoiler, que esta cuarta parte tiene miga.
También tiene cosas que no me gustan, por ejemplo el exceso de “flashbacks”. Algunos vienen bien pero otros son innecesarios. De hecho, hay un momento en el que tenemos uno de estos recuerdos dentro de otro.
Y lo que menos me ha gustado es que se dejen un cabo suelto de la anterior sin hacer la más mínima mención (Nota spoiler).
Además, es un poco difícil de seguir si no se tienen muy frescas en la memoria las anteriores. No sirve para verla suelta en absoluto. Encima, por sí misma tiene una estructura narrativa demasiado confusa. Vale que ahí está el truco, pero tanto salto de tiempo la hace un poco compleja.
En conjunto, esta cuarta parte supone un punto de inflexión, y es un poco de transición. En general, a pesar del esfuerzo por sorprender y mantener el interés, se nota ya un cierto desgaste. Para mi gusto, ésta es la peor de todas, a pesar de tener elementos interesantes.