Carol Anne está pasando unos días con sus tíos y su prima, en Chicago. Ha pasado tiempo desde sus contactos con el más allá, pero la insistencia de un pesado y escéptico psicólogo remueve sus recuerdos, lo que hará que el siniestro reverendo Kane vuelva para intentar llevarse a la niña al otro lado.
Seguimos teniendo a la niña protagonista y a la peculiar Tangina, pero cambian a padres por tíos, y la casa por un modernísimo rascacielos.
Aunque hoy en día ya no es una regla, en la época de esta película era casi seguro que las secuelas siempre iban a peor.
Esta entrega ha perdido toda la esencia de las otras, y no contentos con eso tiene otra serie de defectos importantes.
Para empezar, tarda mucho en arrancar, a pesar de que es bastante corta. Pierden demasiado tiempo en plantearnos el nuevo escenario.
Los efectos especiales dejan un poco que desear en ciertos momentos. Por ejemplo, el maquillaje de Kane (que por cierto es otro actor, pues el de la anterior parte murió) es muy malo y parece un disfraz de Halloween de una tienda de saldo.
El terror brilla por su ausencia. No causa ningún miedo. De hecho, ciertas escenas llegan a ser tan ridículas que hasta dan vergüenza (la escena del garaje congelado o la forma en la que Scott sale de la piscina, por ejemplo). A veces parece que es de serie B.
En su favor, se puede decir que es muy entretenida y que el cambio de escenario no le sienta nada mal. También me gusta mucho la forma que tienen de jugar con el tema de los espejos, así como la actuación de la malograda niña.
Yo la salvo porque soy generoso, pero indudablemente está a años luz de la primera e incluso de la segunda.