Cuando se estrenó esta película, Bruce Willis llevaba un tiempo alejado del cine de acción de alto presupuesto. Aquí hace un papel típico de antihéroe cansado y venido a menos, de esos que tan bien le han sentado en su carrera, y más aún cuando empezaba a tener una edad respetable. Aunque es el clásico actor de acción que, empuñando una pistola, da igual la edad porque siempre ha encajado bien pegando tiros. Pero el protagonista también tiene un lado oscuro que le da más credibilidad porque no es el héroe puro de toda la vida.
Tiene un cierto toque de "buddy movie", aunque no al uso. El testigo al que tiene que proteger es un tipo que no para de rajar de sus planes futuros y de los pasteles. Le da un cierto contrapunto cómico a la seriedad de Willis. Este tipo de parejas de personajes siempre han funcionado bien en el género policíaco, aunque aquí el humor está en un segundo plano.
David Morse es un secundario de lujo que siempre suele estar bien, y aquí no es una excepción.
La secuencia del autobús es bastante tensa y está muy bien realizada. Es una de esas películas que no me importa volver a ver de vez en cuando, pues es bastante entretenida y Willis hace un papel de los que gusta ver, aunque entre este título y la actualidad (2019) no haya tenido la mejor etapa de su filmografía precisamente.
Y es que Richard Donner nunca fue un cualquiera, y con este firma uno de sus últimos trabajos.