Había una vez un jovencísimo actor que buscaba su hueco en Hollywood. Como era un guaperas y un maromo, le ofrecieron esta especie de “Solo en casa” para adultos, sin esperar que en pocos años sería una de las estrellas más exitosas del mundo hasta el resto de sus días.
Es una película curiosa. El argumento es simple hasta decir basta, pero está bien contada. El buen hacer de Cruise y el morbo por ver si pasa algo subido de tono, hacen que sea una película que engancha, sin tener nada especial en el fondo.
Aquí descubrimos también a la bellísima Rebecca De Mornay, que tiene con Tom Cruise mucho más que química.
Además, el film no va solo de hormonas juveniles en hervor. El cambio que toma después la vuelve aún más entretenida.
La música electrónica de “Tangerine dream” no puede ser más típica de los 80.
Sin embargo, “Risky business” nunca ha estado entre mis favoritas de esa década genial.
A todo esto, tampoco está mal esa disyuntiva que se plantea entre estudiar y vivir a tope la juventud. Esto le pasa a Joel y les pasa a muchos jóvenes de esa edad en la vida real. No es que sea algo demasiado trascendente, pero le da algo más de chispa a la historia (muy floja en el fondo) que tiene la película.
Es entretenida por lo bien que sabe llevar un argumento que, contado de otra forma, no habría dado buen resultado. Y prácticamente es la que lanzó a Cruise al estrellato, que ya es decir.