Series como esta nos dan a conocer el término distopía. Yo creía, equivocadamente, que este concepto se refería a historias de ciencia ficción con tecnología fuera de contexto, al estilo de la espantosa “Wild wild west” o el videojuego “The order 1886”. Pero no, en realidad, una distopía es una sociedad ficticia indeseable. Y desde luego, eso define a la perfección al mundo en el que viven estas criadas.
Nos encontramos aquí con una nueva forma de esclavitud machista y de involución de la sociedad, basada como casi siempre en el miedo y la religiosidad mal utilizada, como suele pasar a menudo en la sociedad actual en determinados contextos o países que aún viven en la ignorancia absurda de que hombres y mujeres tenemos igualdad de derechos.
Pero, ¿podría llegar esto a verse en la realidad? Pues mucho me temo que sí. Ya los nazis hicieron algo parecido para la perduración de la raza aria. Tenían centros de reproducción con mujeres preparadas para manufacturar la procreación como una herramienta del sistema, carente de todo resquicio de amor y Humanidad. No me lo invento, porque hay documentales sobre ello. Así que, parece irreal pero tampoco es tan descabellado como aparenta.
Este tipo de mundo nada deseable con granjas humanas, es clásico en la ciencia ficción y lo hemos visto en otras historias parecidas, pero el enfoque de la serie es muy peculiar y no se parece demasiado a nada de lo anterior.
Al principio no parece demasiado inquietante este sistema social. Todo se ve muy sencillo y austero. El ambiente es incluso tranquilo y pacífico en este centro donde se desarrolla la historia. Pero luego comprobaremos que no hay nada idílico en este lugar, a pesar de la impasibilidad y aparente felicidad de las criadas (que realmente son esclavas), pues cuando llega el momento, sufren injustas aberraciones a las que suelen responder con sumisión. Y esto, en parte, hace que sea creíble que no haya más intentos de rebelión aunque no se vea claro que haya mucha vigilancia. El ambiente es muy parecido al de las sectas donde sus miembros llegan a aceptarlo todo como si fuera normal.
En el fondo, trata de hacernos pensar. Debemos tener cuidado con las prioridades sociales y la frágil estabilidad de las libertades, que pueden caer fácilmente por el miedo y la codicia del poder.
La historia es muy seria, triste, dura y violenta, aunque casi nunca se vea nada explícito. El silencio y la lentitud narrativa, vienen a pelo para que sintamos un poco la soledad y penurias de Defred. La actriz protagonista es muy buena. Yo no la conocía, aunque compruebo que ha hecho ya muchas cosas antes y que tiene bagaje.
No hay nada de efectos especiales aquí, es completamente minimalista y austera en ese sentido, lo cual no tiene por qué ser malo.
Pero no todo es bueno, me temo. No es una serie apta para impacientes pues es lenta hasta la exasperación. ¿Tenemos que ver esas partidas de “scrabble”? ¿Hasta qué punto son necesarios esos largos silencios de Defred? Hablan muy despacio y a los episodios les sobran minutos. Es más tranquila y lánguida en su ritmo que una canción de Lana del Rey. Lo es incluso en los capítulos más interesantes. Y eso, a veces, me crispa un poco. De todas formas, en este caso eso no llega a molestarme tanto como para que la serie me deje de gustar.