Pues sí, como es una película en la que solo charlan (y despacio), que se entiende perfectamente escuchándola (como si fuera una novela radiofónica), y que encima es bastante aburrida, me he puesto a planchar mientras terminaba.
Vaya película tediosa se ha marcado aquí el amigo Keanu. Ya en sus buenos tiempos de los 90 hizo la genial "Pactar con el diablo", pero en este caso la abogacía no le ha salido nada bien. Este hombre está de capa caída pero a base de bien. Viendo sus participaciones en "La hija de Dios" o "The neon demon", entre otras, podría decirse que nos encontramos ante un nuevo caso Nicolas Cage o Bruce Willis (carreras destruidas por ellos mismos).
Siempre he dicho que las películas de juicios son esencialmente aburridas por naturaleza. Solo si hay un buen guion, un gran reparto o una combinación de las dos cosas (como por ejemplo en "Algunos hombres buenos" o en las adaptaciones de John Grisham), puede salir algo interesante.
Si no hay nada de eso, es una panda de tipos fríos soltando peroratas, probando y protestando en una sala que da pocas opciones al interés por parte del espectador.
Aquí ni siquiera somos testigos de los hechos al principio. Llegamos al juicio y a sufrir. Solo salimos de allí para ver los poco emocionantes "flashbacks".
Es, básicamente, como un episodio de serie mediocre o un telefilm barato. Creían que por salir Keanu se salvaría, pues no, nada de eso.
Esto... ¿qué pone la ficha? ¿Que la mujer era Renée Zellweger? Madre mía. Se nota que no había visto nada de ella desde que se cambió la cara, porque he sido absolutamente incapaz de reconocerla.