La historia de la saga de los Borgia, una familia que llegó a las altas esferas del Vaticano en el siglo XV, una época en que todavía los papas podían casarse, tener hijos y amantes con total tranquilidad.
Lluís Homar es Alejandro VI, el papa Borgia, de origen valenciano. Nos narra la historia de su ascenso al poder y las sucesivas luchas con los distintos reinos italianos, para asegurarse la estabilidad. Sus hijos también formaban parte de tramas, matrimonios convenidos con la aristocracia, y asesinatos para imponer su supremacía.
Por tanto, toda una historia real que podría haber dado lugar a una gran película, por desgracia el resultado final se queda a medias.
A pesar del esfuerzo en vestuario y decorados, el film flojea en montaje, realización y sobre todo interpretación. Con tantos rostros televisivos y actores de medio pelo, no queda por menos que tener la permanente sensación de estar viendo una serie de televisión de las malas, de las que quieren y no pueden.
Hay excepciones. De hecho Lluís Homar realiza una interpretación excelente cada vez que aparece. El resto de actores veteranos también están bien. Pero los jóvenes dejan bastante que desear.
También hay que decir que el ritmo del guion decae bastante por momentos, centrándose más en los amoríos que en las intrigas palaciegas. Por no hablar de las patéticas batallas y combates a espada, que son vistas y no vistas.
A pesar de todo lo dicho, no llega a ser mala. La historia es demasiado interesante como para que, por muy mal que esté hecha, no merezca la pena verla.
Se deja ver, pero está muchísimo peor que la serie con Jeremy Irons, que está bastante más cerca de la superproducción que los Borgia se merecen.