¡Yupi! Eres el tío más chulo del mundo. Has triunfado en una serie de la tele y ahora vas a cruzar el charco para ser el zorro. No está mal, cuando lo que te gustan son las zorras. Te pasas por la piedra a toda la que se te pone por delante, así que esta noche te lo vas a pasar bien.
Hay una "fiestuki" para celebrar el fin de la serie. Habra alcohol, drogas y por supuesto sexo. Todas se quieren enrollar contigo para que salgan en tu próxima serie o película. ¡Qué bien!
Pero ¿qué pasa? Te has despertado y la casa está cerrada a cal y canto. Han echado las persianas ¡qué miedo! y solo quedan cuatro pibones contigo que tienen más ganas de meterse en la piscina que de preocuparse de salir. ¡Y encima te quejas!
Los móviles se han perdido. Solo queda uno con el teclado roto, mira tú por donde. Y empieza el show. Alguien quiere vengarse de ti. Ahora es momento de que las chicas vayan muriendo gritando de mala manera y delante de una cámara con Parkinson.
Las cuchilladas no se ven, claro. No vaya a ser que nos demos cuenta de que el cuchillo es de plástico y no está afilado.
La casa se ve normal por fuera pero por dentro parece un laberinto.
Los actores son tan malos que disfrutaremos con sus muertes. Caramba, es que hasta los figurantes fuera de primer plano actúan mal (fiesta, fans de la televisión).
La realización es lamentable. La cámara nunca está bien puesta ni quieta cuando tiene que estarlo. ¿A qué vienen esos desenfoques en la escena de sexo cuando poco antes se ha visto ya toda la chicha?
El sonido está a la altura de los peores títulos españoles. No se entiende nada.
¿Se puede sacar algo bueno de este engendro? Sí, que dura menos de una hora y veinte.
Pero estas cosas así no deberían existir, y menos con ayuda estatal en tiempos de crisis.