Algunas recetas son infalibles. Reunir un buen guion, el género carcelario (que casi nunca falla) y a Robert Redford (encima en los mejores años de su carrera), tenía que dar un buen resultado.
El director nos lleva de la mano a esta cárcel. Está muy bien enfocado el primer tramo del film, porque nos mete de lleno en las rutinas y costumbres de la vida en esta prisión, verdadera protagonista de este prólogo. Algunos de sus elementos los he visto copiados en otras películas de cárcel posteriores. Y ya vamos notando que el protagonista ve, oye y calla, pues ahí está la clave de la historia.
En películas como esta, Robert Redford demuestra que es mucho más que un guaperas de cine romántico. Su papel aquí es, precisamente, uno de los más interesantes que ha hecho.
Llama la atención el personaje de Morgan Freeman, tanto por verle tan joven, como por ser tan secundario, claro que por entonces no era tan famoso como lo fue después.
El maltrato y las malas condiciones, la lucha del protagonista por mejorar la situación, así como los personajes, hacen que la película sea muy interesante. No va de la típica fuga que siempre nos esperamos encontrar, sino que tiene otro enfoque sobre una trama de corrupción que le da mucha originalidad y se sale de los clichés de las prisiones.
No diría que es tan importante como para estar entre las mejores del género, pero eso no quita que sea bastante buena.