Para mí, de todas las que hay, esta adaptación es importante por partida doble. En primer lugar, dio la casualidad de que cuando la vi por primera vez, simultáneamente conocía al famoso personaje de los relatos originales. Y en segundo lugar, los episodios son prácticamente un calco palabra por palabra de lo que escribió Arthur Conan Doyle. Al igual que ha sucedido con Drácula y otros muchos personajes de la literatura clásica, han dado muchos enfoques distintos al cabo de los años. De hecho, la modernización con Benedict Cumberbatch y Martin Freeman es de lo mejor que se puede ver sobre Holmes.
Pero esta serie británica es fiel hasta decir basta. Recuerdo tener un tomo recopilatorio de relatos y comparar los diálogos con los de un episodio para comprobar que era un reflejo perfecto. Además, a lo largo de sus muchos episodios, casi ninguna de las aventuras se quedó sin su adaptación.
Como siempre ha sido y siempre será, las mejores son las más conocidas (“Estudio en escarlata” y “El perro de los Baskerville” entre otras), pero también tengo estupendos recuerdos de la historia del vampiro, y del caso de la muerte en el puente, con una resolución absolutamente espectacular e inesperada, como suele suceder con las investigaciones de Sherlock.
El hecho de que sea una producción británica le da todavía más puntos a la hora de darle vida al investigador. El estilo inglés y el espíritu de las novelas está por todas partes. Puede que haya habido series y películas más divertidas que esta, pero ninguna tan respetuosa y leal al famosísimo personaje y a su colega Watson, los dos genialmente interpretados por Brett y Burke. Así es Sherlock Holmes, tal cual.