Este es un clásico importante en su década, con el inmortal James Dean en uno de los pocos títulos que su corta vida le permitió hacer, mitificándolo como a pocos.
Jim es un personaje memorable, al que siempre parecen encontrarle los problemas.La película tiene una estructura y ritmo muy diferentes al del cine más comercial del siglo XXI, pero eso no tiene que ser malo. Es un film de personajes y actores, donde la historia, al menos en la primera mitad, es lo que menos importancia tiene.
Habiéndola visto décadas después de su creación, puede parecer que las trifulcas y disputas de Jim con esta banda de chulos están un poco descafeinadas. Pero con el cine clásico siempre hay que hacer un esfuerzo y pensar en lo especial que pudo llegar a ser en su momento. Es un reflejo de una sociedad y una generación de hace mucho tiempo, pero que no dejaba de representar una cierta revolución en la forma de ver la vida en los Estados Unidos de los años 50.
Tiene también cierta reflexión existencialista, no demasiado profunda, pero ahí está. Se ve en la psicología de algunos personajes que no son tan superficiales como parecen. No deja de ser una moraleja sobre las consecuencias que puede tener el tomarse la vida como un mero juego, o lo difícil que resulta ser padre.
Aparte de todo eso, sin duda es buena. A pesar del paso del tiempo, resulta entretenida. Y si no basta con eso, los actores están que se salen (también está ahí Natalie Wood, que no es decir poco). Tiene algunas escenas míticas y que seguramente impactarían al público del momento, como la de la carrera o la discusión con los padres.
En el tramo final, además, la historia mejora bastante.
Es una película imprescindible en su contexto temporal, y uno de esos clásicos que hay que ver alguna vez en la vida.