Aunque es infinitamente menos conocida que la película, sobrevaloradísima, de Nicholas Ray, esta cinta de Robert Wise es excelente en muchos aspectos. Es cierto que el ritmo decae un poco en algún momento, pero es solo para recuperarse inmediatamente con un subidón notorio en la acción. Es una película muy alejada de los gustos actuales: tiene la violencia justa, pero cuando aparece es muy dura. Tiene historia de amor (la de MacGueen y Bergen estupenda, la de Attenborough y la señora oriental más floja porque son personajes/actores con poco carisma). En general, está muy bien interpretada (es uno de los puntos fuertes), pero Richard Crenna tampoco tenía el carisma para ser muy recordada la película con su sola presencia. El personaje de MacQueen es estupendo y el actor le sacó todo el partido posible. Aparte, la fotografía es de primera. El entramado político está muy bien tratado y sorprende en una película de 1966 que alguien diga que basta ya de banderas en el mundo. De todas formas, Wise hace hondear la de su país cuando es necesario. Pero hay queda dicho. Nadie es bueno ni malo, más bien hay idealistas, algún pesimista, y gente ordenancista; luego, además, hay gente pobre a punta pala (los chinos) y gente como los marineros americanos a los que no se les puede pedir gran cosa. Y, eso sí, el final es estupendo. De hecho, los últimos cuarenta minutos de metraje levantan la película.