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España España · L'Olleria ( Valencia )
Voto de Grijander:
7
Intriga En 1945, un hombre con un solo brazo llega al desolado pueblo de Black Rock. Es John MacReedy (Spencer Tracy) y busca a Joe Komaco, un granjero japonés cuyo hijo le salvó la vida durante la guerra. El comportamiento de los vecinos es extrañamente hostil y grosero, y las preguntas de MacReedy sobre Komaco no reciben respuesta. Es evidente que ocultan algo, lo que despierta la curiosidad del forastero, que no está dispuesto a irse antes ... [+]
20 de noviembre de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conspiración de silencio no es uno de los clásicos más conocidos de los años 50, pero sí una película muy particular que puede presumir de poseer grandiosas escenas y varios detalle muy interesantes.

John Sturges, director de algún que otro gran clásico (Los siete magníficos, La gran evasión) pero de una irregularidad escandalosa a lo largo de su carrera, dirige Conspiración de silencio echando mano de varios detalles del cine de la época, como el western o el suspense de Hitchcock (más bien de Fritz Lang) tan latente por aquel entonces. Juntando eso, Sturges cuenta con una base sobre la que contar una historia que dura poco más de una hora. Su mayor mérito es saber mantener la tensión a pesar de que el espectador sabe qué va a pasar en todo momento, y eso es algo admirable pues no es fácil saber que no se va a contar con el factor sorpresa y, aun con eso, seguir entreteniendo. El planteamiento de Sturges es la base de su éxito, pues la llegada de un extraño a un pueblo con una mentalidad cercana a la de una secta da mucho juego, un juego que Sturges aprovecha para crear una incomodidad en el ambiente que hace que el aire pueda cortarse con una navaja. Además, la violencia verbal de la película imprime tensión a un ambiente ya de por sí cargado. Sin embargo, al acabar la película, y a pesar de que varias escenas quedan retenidas en la retina, uno tiene la sensación (al menos yo) de que lo que nos han contado no tenía demasiado interés y que es, única y exclusivamente, un ejercicio destinado a tensionar los músculos del espectador. Eso no es moco de pavo, ya que se consigue.

Spencer Tracy es uno de los grandes nombres de la historia del cine, pero personalmente no considero que sea uno de los mejores actores que se han puesto frente a una cámara. No digo que sea mal intérprete y no quiero que nadie confunda mis palabras, pero sí opino que, a pesar de haber hecho varios trabajos memorables y de saber resurgir durante unos 30 años de carrera cinematográfica, en ocasiones se acartonaba y era incapaz de interpretar ciertos papeles que exigieran, por parte del actor, un profundo análisis del personaje. A pesar de que aquí fue nominado al Oscar (sumó en su carrera nueve nominaciones, llevándose dos estatuíllas), mi opinión es que en Conspiración de silencio no muestra su mejor versión, esa que podemos ver en Furia (Fritz Lang, 1936) o en Capitanes intrépidos (Victor Fleming, 1937). Tracy está secundado por Robert Ryan, metido en el papel de un villano calculador y alérgico a la empatía, que hace un trabajo formidable. En segundo plano quedan los trabajos de una muy acertada Anne Francis, el de ese monstruo que era Lee Marvin o el de un Dean Jagger muy comprometido con su papel, sin olvidar a John Ericson, que si bien no tiene demasiado protagonismo, salda sus deberes con gran nota a base de presencia e intensidad.

Resumiendo, que es gerundio: en varios aspectos, Conspiración de silencio es una soberana obra maestra. Intensidad, virtuosismo a ambos lados de la cámara, magnetismo... Pero no podemos obviar que el desarrollo de la película tiene momentos en los que las escenas llegan como un elefante en una cacharrería, saliéndose de toda lógica imaginable en una situación como esa. A pesar de sus errores, Conspiración de silencio es una película que debería ver todo amante del cine.
Grijander
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