Jurassic World es el intento por llevar el nombre de Jurassic Park hasta nuestros tiempos. Una superproducción con todas las de la ley que intenta crear su propia versión en este siglo para ganarse a las generaciones más jóvenes y ganar de paso unos cuantos dineritos seduciendo a los nostálgicos.

Colin Trevorrow dirige, o eso se supone. Cuesta creer que Steven Spielberg dé demasiadas libertadas a alguien cuya misión es relanzar y hacer renacer una de sus obras cumbre. Trevorrow no lo hace todo mal, pero sí que deja poco espacio para el acierto. Si empezamos por lo que le viene del guion (que él mismo supervisa), nos encontramos ya con varios fallos de base en cuanto al concepto, llegando a tal punto la cosa que, sin ser muy avispados, vemos que el esqueleto de la película es el mismo que el de Jurassic Park y casi todas las variaciones introducidas rodean peligrosamente el barranco de lo ridículo. La estupidez de Jurassic World empieza a manifestarse cuando nos presentan a los personajes y vemos, con asombro, que la película se va a convertir en una carrera de fondo por el cetro de la estupidez humana. A partir de que no hay nadie en la pantalla que interese, podríamos esperar un desarrollo fluido y con sentido común, pero en lugar de eso, lo que encontramos es la domesticación de algunos bichos, la creación de un súper villano en forma de megadinosaurio hiperinteligente (a ratos) y un desarrollo en el que Trevorrow se conforma con atontar al espectador a base de una sucesión de imágenes que, eso sí, son una verdadera pasada. Pero ya está, el CGI es la leche y no hay más. Incluso los toques de humor son flojos.

Chris Pratt, con su gran trabajo, encabeza un reparto acertado en general que rinde muy por encima de las posibilidades que ofrecen sus papeles. Bryce Dallas Howard también obtiene una nota alta y hace creíble la soberana estupidez que atesora, a veces a propósito y otras por accidente, su personaje. El pequeño Ty Simpkins sigue con su fulgurante carrera de niño prodigio del cine con una sencillez admirable y una inteligencia más que notable. Con Nick Robinson encontramos el primer pegote en el reparto, resultando alarmantes sus movimientos robóticos, atenazados y excesivamente firmes, casi acartonados. Vincent D'Onofrio e Irrfan Khan completan el reparto de manera muy acertada.

Resumiendo: Jurassic World es una cáscara vacía. Muy bonita, sí, pero vacía. No tiene cuerpo, no tiene alma y no tiene sentido común. Guarda las formas por su dinamismo y el gran trabajo de CGI que hay tras ella, pero el resultado es tan pobre que, por desgracia, pide a gritos no ser continuado. Tanto tiempo esperando a volver a ver a los dinosaurios con la tecnología actual y aquí los tenemos, pero vienen de probetas y son incapaces de cobrar vida más allá de los movimientos. Gruñen, pero no asustan.