Drive adapta la novela de James Sallis sobre un piloto que conduce rápido y mejor que nadie. Lo que así de primeras pudiera parecer superficial, guarda un trasfondo personal poderosísimo que convierte la película en un disfrute para los sentidos.

Nicolas Winding Refn, director danés aclamado en su país y conocido en parte de Europa, cruza el charco para embarcarse en una película oscura que mezcla el intimismo más ligero del cine europeo con la acción más trepidante del cine americano para dar como resultado una película de esas que no recomendarías a todo el mundo. El motivo es que a quienes quieran solamente disparos, se le quedara corta y, a los que quieran personajes potentes, les pasará lo mismo pues solamente el protagonista tiene suficientes capas como para que al espectador le cueste desnudarlo y los secundarios son bastante previsibles, sin demasiado recorrido. Lo mejor de la película, para los que sí la disfrutamos, es esa incertidumbre que provoca el protagonista y que va creciendo con las situaciones en las que se ve envuelto, pasando la película, en cuestión de segundos, de ofrecer una bonita imagen de un tipo en el sofá con un niño a otra en la que una escopeta revienta la cabeza a una chica desparramando sus sesos por el suelo y la pared. Mención especial merecen los (oscarizados) efectos de sonido, que te hacen sentir muy cerca de la acción sobretodo cuando ésta se desarrolla sobre cuatro ruedas.

Ryan Gosling hace un trabajo inconmensurable. Su gélido sadismo es algo que descoloca al espectador casi como si conociera a su personaje personalmente. Cuesta adivinar, en ocasiones, lo que pasa por la mente de alguien así y la película debe mucho en ese sentido a Gosling. Carey Mulligan está fantástica en su papel secundario, adquiriendo algunos de los rasgos principales de Gosling para crear escenas fabulosas entre ellos en las que lo que abunda es el silencio. Albert Brooks, fabuloso y metido de lleno en un personaje perturbador desde el inicio. Ron Perlman se vuelve a enfundar el traje de tipo peligroso que tantas veces ha llevado a lo largo de su carrera y nos demuestra que está acostumbrado a brillar en esas situaciones. Bryan Cranston, cuyo protagonismo va decreciendo, también está a un nivel muy notable, como Oscar Isaac, que aprovecha su poco tiempo en la película para dejar su huella.

Resumiendo, que es gerundio: Drive es una de esas obras que ganará con los años y que, probablemente, llegue a convertirse en una película de culto. Perfectamente ambientada, perfectamente medida, perfectamente interpretada y poseedora, además, de un montaje tan valiente como eficiente. Una pequeña joya.