Ghost in the Shell es uno de los mayores referentes del anime japonés para adultos (no pornográfico, sino porque un niño sería incapaz de entenderlo) y una grandísima película de las que dejan huella.

Mamoru Oshii adapta a la gran pantalla el manda de Masamune Ota (Shirow en un seudónimo) mediante el fabuloso guion de Kazunori Ito. Ghost in the Shell toma mucha información de los relatos de Isaac Asimov y los encamina en una dirección concreta: ¿qué es el ser humano? Bajo esta pregunta se mueve una fantástica historia de grupos gubernamentales, política e intereses propios en un peculiar futuro en el que el humano, tal como lo conocemos hoy en día, casi ha desaparecido.

El estilo visual de Ghost in the Shell es una auténtica maravilla que empieza a deslumbrar desde el primer minuto, antes incluso de conocer la absorbente temática de la película. Los Wachowski deben mucho a este anime y ellos mismos reconocen que sacaron varias de las ideas de Matrix de él (aunque me parece absurdo decir que Matrix es una copia porque no tienen nada que ver más allá de simples detalles que se entrelazan en el desarrollo y, como digo, el impactante estilo cyberpunk). La película falla en dos cosas: la presentación de los personajes secundarios, cuyas motivaciones están claras pero dan la impresión de carecer de algo que les impulse a avanzar y la resolución final, que si bien es tremendamente inteligente, está saturada de información evidente que, a mi entender, sería mucho más atractiva si se hubiese quedado oculta para que el espectador la entendiera por sí mismo. Pese a esos dos fallos (el segundo de ellos es más una apreciación propia que un fallo real), Ghost in the Shell tiene incontables virtudes que se ven plasmadas en los principales protagonistas, que son personajes construídos con tanta precisión que pueden llevar el peso argumental de una trama tan densa como esta por sí mismos.

Resumiendo, que es gerundio: es difícil explicar cómo es Ghost in the Shell como película sin entrar en cuestiones filosóficas, ya que la potencia de la película es precisamente su capacidad para hacer que el espectador se plantee la pregunta más simple dentro de la trama pero también la más difícil de responder: ¿cuándo un humano deja de serlo?