Arma letal es una de las sagas de acción más famosas de la historia del cine y todo un referente a la hora de explicar las superproducciones de finales de los 80 y principios de los 90.

Richard Donner tiene en su versatilidad su mayor virtud. Ha dirigido desde comedia familiar hasta terror, pero sin duda su preferencia es la acción. Su trabajo en Arma letal es fantástico en las escenas clásicas del género (tiroteor, peleas y explosiones) y bastante aceptable en los planos de desarrollo de la trama, aunque aquí éstos tengan poca miga. El guion de Shane Black cumple con todos los clichés de un género que pasaba por su mejor época, pero además añade buenas dosis de humor y dibuja a la perfección la relación entre los dos personajes principales, mucho mejor definidos que en la gran mayoría de títulos de este género. Arma letal cuenta, además, con una banda sonora fabulosa, ideada por Eric Clapton y con arreglos de Michael Kamen, reputado compositor y arreglista con una extensa carrera en cine y televisión.

Mad Max descubrió a Mel Gibson y Arma letal fue su confirmación definitiva como cabeza de cartel en Hollywood. Gibson, del que en la actualidad vemos una versión muy diferente tanto en sus trabajos frente a las cámaras como tras ellas, fue en otra época una de las caras más conocidas del cine de acción, y en ello tuvo gran culpa esta exitosa saga. Con un física muy trabajado, el señor Mel aportaba al cine de acción algo que pocos podían ofrecer: buenas interpretaciones. Danny Glover, ese enorme secundario, completa la pareja protagonista, una de las más heterogeneas vistas en la gran pantalla. Glover está a un nivel altísimo, teniendo que representar los papeles de buen policía, buen padre y, por cuestiones de guion, acabar en pleno frenesí de disparos, lo que obliga al actor a trabajar en varios frentes. Gary Busey, un clásico también en el cine, está muy notable como villano.

Resumiendo, que es gerundio: Arma letal es un regreso a la infancia para todos los de mi generación. Una película de esas en las que los protagonistas, con decir "soy policía", tenían acceso a cualquier sitio sin necesidad de mostrar la placa; una de esas películas en las que lo rudo de cada personaje se medía por el ingenio de su frase y una de esas películas que te hacen darte cuenta de que, si te despierta una agradable sensación de melancolía, es que ya estás viejo para esto.