No son pocas las películas españolas que, sobretodo en los últimos años, han tratado de mantener la esencia social del cine patrio y meter actores jovenzuelos que al final han acabado volviéndose contra ellas. 'El juego del ahorcado' es otro ejemplo claro. A saber, que no he leído la novela (ni lo haré) y mi crítica es exclusiva de "esto" como película.

Manuel Gómez Pereira nos presenta una historia que, sinceramente no comprendo. Veo esta película, leo las críticas y pienso: coño, no tengo ni zorra idea del mundo del cine. Que si es una película dura y profunda que retrata la adolescencia de la época, que si dota de interesantes giros a la trama... ¿qué queréis que os diga? Yo no veo eso por ninguna parte. Según mi punto de vista, la película solo goza de cierto interés en los primeros 15 minutos, y puede que me pase. Se me hace eterna, como si sus 110 minutos se convirtiesen en horas. Lo que pretende ser un dilema moral sobre la psique adolescente, yo lo interpreto como una hoja en blanco con cuatro frases escritas y poco más. No encuentro la fuerza de la que algunos hablan, y puedo prometer y prometo que me he esforzado. Una narración torpe quebranta constantemente el desarrollo de una película, en lo que se me antoja un intento fallido de dotar de original enmarañamiento a la cinta.

La crítica española, casi unánimemente, encumbró a Clara Lago y a Álvaro Cervantes tras esta película. Siempre me han caido bastante mal los antisistemas del cine que ponen a caldo todo lo que se supone que está bien, y ultimamente estoy descubriendo que me estoy convirtiendo en uno. A mi entender, Clara Lago actúa como el culo. Si bien es cierto que en parte le echo la culpa al director, por su excesiva teatralidad en las escenas, no lo es menos que incluso cuando la chica se expresa, me da la sensación de estar viendo una suerte de Saritísima Montiel fumando y esperando. Demasiado artificial. Álvaro Cervantes no se queda atrás. Siendo su personaje probablemente el que más evoluciona interiormente (los otros lo hacen solo a expuertas), el chaval no cambia la cara de turrón duro en todo el puto metraje. Chavales como su personaje, conozco a cincuenta, y todos coinciden en ciertos patrones a los que el chico no se aproxima ni de lejos. Con una máscara de látex se hubiese conseguido lo mismo, pa' entendernos. De los demás, ni hablamos. Personajes simples de los de puntal de toda la vida.

Resumiendo, que es gerundio: otra bomba de humo del cine español, empeñado en desperdiciar el talento auténtico y enfrascado en su particular batalla en favor de la "esencia" española. A la selección de fútbol le toco cambiar la "furia" por el buen juego para ganar Mundial y Eurocopa. Tal vez el cine debería tomar ejemplo.