Y aunque suene ilógico y sea lo primero que ha pasado por mi cabeza, voy a dejar ese título. ¿Por qué? Pues... porque si lo que más se suele valorar de una película es su elaborada trama, su exquisito guión o lo requetebuenísimos que estan sus actores y actrices, en ésta, no.

Porque Don Michel Gondry y su amigo el de la María (y no me refiero a mi tía sino a la planta), logran crear ciento y pico minutos de belleza extrema. Una belleza surrealista pero fantástica.

Logran que la lógica de los sueños, o sea, aquella que no nos parece lógica en la vida real, se apodere de nosotros. Logran que disfrutemos de los sueños ajenos y suframos con las pesadillas de Stéphane, ese jovenzuelo majestuosamente encarnado por Gael García Bernal.

Una película mucho más estética que narrativa. El cine de la lírica y del verso, en el que importa poco el qué y mucho el cómo. El cine de pocos, lamentablemente.

Realmente muy recomendada a los que quieran pasar un muy buen rato disfrutando del placer de una preciosa película. Huíd los que queráis peli de sofá y palomitas para matar el tiempo.