Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Nacho Ambigú García:
5
Ciencia ficción. Comedia. Drama Paul es un hombre que se da cuenta de que tendría una vida mucho mejor si encogiese, pues todo lo que necesita en la vida lo tendría igualmente pero en abundancia. Así que decide reducir enormemente su tamaño, ahora que la tecnología lo permite. (FILMAFFINITY)
9 de enero de 2018
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Alexander Payne le perdono cualquier tropezón porque es el autor de algunas de las mejores películas que he visto en los últimos años (“Election”, “A propósito de Schmidt”, “Entre copas”, “Los descendientes”, “Nebraska”), pero no evita (o eso es precisamente lo que lo provoca) la decepción mayúscula que me he llevado con “Una vida a lo grande”.

El planteamiento es más que jugoso: la idea de que reducir el tamaño de los humanos es la única vía para evitar los problemas derivados de la superpoblación, el agotamiento de los recursos naturales y el descalabro crónico de la economía, apuntaba hacia una estimulante distopía. Esto, unido al demostrado talento del director para intercambiar registros con tanta eficacia como elegancia, te fija la sonrisa en el rostro al mismo tiempo que el trasero en la butaca.

Así que, de inicio, la cosa promete una interesante mezcla entre “El show de Truman” y “Los viajes de Guilliver”, pero a mitad de película la historia se convierte en una especie de fábula ecologista que abandona casi por completo el cariz irónico de los primeros minutos, y pasamos del zumo ácido a un mejunje mitad vegano, mitad empalagoso.

Y peor aún: en este último tramo, Payne parece olvidarse de que el tamaño es el concepto que introduce el tema de fondo, y que la dimensión de los personajes respecto a lo que les rodea va más allá, pues, del lucimiento de los efectos especiales. (Ojo, no estoy pidiendo una ristra interminable de chistes sobre el tamaño de las cosas; eso se lo dejamos a los guionistas de cine porno y a los monologuistas poco imaginativos.) No sé si es algo intencionado o un efecto secundario de la sala de montaje (que también parece afectar a la desconcertante intermitencia de algunos personajes secundarios), pero es sin duda otro factor más que acentúa el desequilibrio general que queda como regusto al acabar de ver la película.

En fin. Un mal día lo tiene cualquiera. Pese a todo —y en especial a la tentación del chiste fácil—, Alexander Payne sigue siendo grande.
Más información en http://ambigugarcia.blogspot.com.es/
Nacho Ambigú García
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow