Que MJ era un psicópata perverso, un pedófilo, no cabe ninguna duda, pero lo que más me llamó la atención de este documental fue descubrir que su impostada versión peterpanesca no era otra cosa que una pantalla para atrapar víctimas. Se hacía el nene bueno para convencer a los infantes que las relaciones sexuales entre ellos eran sólo un juego de niños. Las burdas manipulaciones de otro perverso, Kevin Spacey, son un poroto al lado de las sofisticadas manipulaciones del rey del pop. Las entrevistas son claves para dilucidar el modus operandi de MJ: la misma forma de tratar a las familias, las mismas técnicas de seducción de los niños y las mismas maneras de aproximarse a ellos hasta lograr el contacto sexual. Pero lo que realmente me asusta de todo esto es comprobar una vez más cómo nuestra cultura está hecha por psicópatas y perversos de toda índole y calaña. ¿Será por eso que vivimos en una cultura perversa y psicopática? Tenemos psicópatas presidentes, ministros, artistas, bancarios, escritores, directores de cine, periodistas y obviamente mafiosos y narcotraficantes que diariamente nos dicen qué hacer con nuestro dinero, cómo vestirnos, qué música escuchar, etcétera. Tan normalizada tenemos la perversidad que ya nadie se sorprende de saber que el planeta sufre un cambio climático que puede acabar con él, nadie se sorprende de saber que el 1% de la población tiene más que el otro 99%, nadie se sorprende que haya países donde la gente no tiene ni para comer, etcétera, y lo peor de todo: nadie se sorprende de que nadie haga nada y que las cosas vayan de mal en peor.