Sosa película de aventuras protagonizada por Eddie Murphy durante su etapa de máximo apogeo que, pese a estrenarse en la década donde las comedias de aventura solían marcar a toda una generación, no conseguimos sentirnos atrapados por lo que nos cuenta la historia, pese al posible potencial de la misma.

Aquí Murphy es una especie de detective encargado de investigar casos de desapariciones de niños. Recibirá la petición de ayuda por parte de una tibetana para buscar a una especie de niño elegido con superpoderes, capaz de cambiar el destino del mundo si su poder acaba en malas manos. A partir de ahí, la película consistirá en una sucesión de altercados con pandilleros de mala muerte, aventuras en el Tibet y el enfrentamiento final ante villanos con poderes extraordinarios. Sobre el papel suena interesante, pero por desgracia nada termina de llamar demasiado la atención, y ni siquiera Eddie Murphy consigue hacernos reír especialmente con sus chistes y momentos humorísticos. Como dato negativo destacaré al villano interpretado por Charles Dance, tan de moda décadas después por su participación en una famosa serie de televisión. No me gustó nada.

Pese a lo dicho, tampoco considero que estemos ante un desastre de película. Y de algún modo, su encanto ochentero hace que se salve de la quema, pero es evidente que con el paso de los años está claro por qué no se habla tanto de ella como sí de otras cintas con ese toque humorístico aventurero surgidas por aquel entonces.