Un recorrido con el Voltaire de la Ilustración a través de la historia posterior. Contada con gracia, dramatismo, vitalidad y simpatía. En un idílico paisaje Roussoniano alejado de la sociedad convencional se entrena un grupo de filosos pensadores y activistas, capitaneados por un fantástico Mortensen, cultivan el cientificismo, el budismo, el voluntarismo, el nudismo, el marxismo, socialismo, hipismo, la libertad sexual y otras yerbas hijas del ateísmo enciclopedista del siglo 18.
El drama surge de la muerte por nihilismo de la sociedad pseudorreligiosa posterior al protestantismo. Esta sociedad aun existe como un cuerpo sin vida y además no se beneficia del cumplimiento de su testamento ,dejado a Voltaire,su esposo, pero la religión aun retiene el cadáver con la intención de darle una cristiana sepultura. Es entonces que Voltaire emprenderá la aventura para eliminar el último residuo de trascendencia proclamada por el cristianismo. Sin embargo chocará con circunstancias ineludibles, en su camino se encontrarán con lo que queda del victorianismo ridículo que evita sistemáticamente hablar de cosas inapropiadas. También tendrán un encuentro con el capitalismo y su exacerbada defensa de la propiedad privada a la cual darán lucha. Pero la travesura terminará en el enfrentamiento con el catolicismo inmóvil, deprimente, ricachón que intentará entender a la sociedad moderna pero no lo lograra. Entonces Voltaire se levanta para explicar la verdadera naturaleza del drama del ser humano aunque tenga que ser callado por el sistema imperante.
Hay muchos símbolos: cada uno de los hijos y sus creencias, el vehículo en el que se trasladan, el papel que cumplen los abuelos, el hijo separado, el hijo joven y su destino, y otros pero esto daría para un análisis propio de un filósofo. En fin, un intento de introducir en la retina del espectador el odio al cristianismo, ya ensayado siglos atrás y que deja un sabor romanticista y sensiblero desde la segunda mitad de la película.