El secreto para disfrutar de "Thomas Crown" es rebajar el nivel de exigencia y tomártelo como un entretenimiento absolutamente superficial, frívolo y mecánico en el que todo sale como debe salir, porque si esperas algo de profundidad o ingenio la decepción va a ser gorda. Esto último sería imperdonable si no fuese por lo siguiente:

1. Es amena y fácil de ver, gracias a un buen ritmo y una historia entretenida y bien hilada, aunque esto no sea mérito suyo tratándose de un remake.

2. El romance es insultantemente previsible pero no molesta, incluso tiene cierta gracia. Todos caeríamos en las garras del Thomas Crown de turno. Es más, a todos nos gustaría caer en ellas pese a saber que saldremos escaldados.

3. El montaje está hecho con un gusto exquisito y la banda sonora está escogida de forma absolutamente pertinente. El juego de gata y ratón que se traen es delicioso y casi cada escena tiene algo con lo que deleitarte, especialmente cuando René Russo hace acto de presencia.

4. Y, precisamente, ella: René. Es el alma de esto, con un personaje interesante y ambiguo, inteligente pero con defectos y aderezado con un vestuario de hipo y la presencia abrumadora que viene de serie con la actriz. Es todo lo contrario a su infame compañero.

5. El rescate de Faye Dunaway es un guiño que se agradece.