Particularmente, me fascinan estas historias endogámicas en las que accedemos a una reunión y, poco a poco, vamos conociendo a los personajes y descubriendo las relaciones que mantienen entre ellos. El parecido con "Un Dios salvaje" ya se ha puesto sobre la mesa y yo añado "Agosto", aunque "The Party" no alcanza tal grado de genialidad.

Algunos de sus diálogos eminentemente elevados no encajan dentro del conjunto de una forma orgánica y se nota que están ahí sólo para hacer a la película más culta. También influye en negativo su premura, pues con unos minutos más podría desarrollar toda la filosofía que quiere meter y, de paso, darle una vuelta a tan inconcluso final.

El blanco y negro enfatiza el clasicismo de la historia y le da un toque elegante indiscutible. Junto a eso, el ramillete de personajes y actores son lo mejor. Kristin Scott Thomas es el paradigma de la actriz británica, siempre creíble. Cillian Murphy es una fuerza de la naturaleza, Timothy Spall habla con los ojos, Cherry Jones aporta una sensibilidad mayúscula y Patricia Clarkson es de esas que llega y acapara las miradas, más aún interpretando al personaje más cínico y que más verdades dice. A propósito, me escamó ver a dos americanas en una función tan británica. Reconozco que soy bastante pejiguero con eso.

Aplaudo la radicalidad de todos ellos, viejos idealistas que siguen siendo de izquierdas frente al banquero. Siempre está bien ver personajes que debaten de política y sanidad y no sólo de sí mismos. Un servidor se ha quedado con ganas de más de esta cinta adulta y aguda, poseedora de diálogos para el recuerdo*(1) y otros para el olvido, ya que no es redonda en ese sentido y entiendo a quiénes la acusen de engreída y gafapastosa. No obstante, es un placer ver películas como "The Party".