"Yo soy Sam" es sensible, que no sensiblera, y lo dice uno que es poco tolerante con la ñoñez. No sé que esperáis de una película cuyo argumento es que un discapacitado mental intenta recuperar a la hija que le han quitado los asuntos sociales. Teniendo esto entre manos, podrían haber hecho una tesis sobre la cursilería y el buenismo, y no lo hacen. De hecho, es divertidísima empleando un humor nada políticamente correcto.

Sean Penn lo hace tan bien que, porque es Sean Penn, que si no pensaría que el actor es realmente discapacitado. Está de Oscar. Dakota Fanning también está inmensa. Creo que nunca he visto a ningún niño actuar tan bien, sin sobrepasarse en ningún momento. Y qué decir de Michelle Pfeiffer ofreciendo el punto ácido y frívolo a la historia. Está perfecta como el contrapunto de Penn. A modo de curiosidad, ya son tres las mujeres que conozco que lloraron con la escena de su monólogo sobre las madres perfectas. Una de ellas estaba a mi lado y la vi con mis propios ojos, y las otras dos me lo confesaron cuando les dije que había visto esta película. La retahíla de secundarios no hacen más que mejorar el producto, siendo Dianne Wiest la gran vencedora. Sin aparecer demasiado ni explicarnos muy bien qué le ocurre, sabemos y nos compadecemos.

El ritmo de la película es velocísimo y creo que es eso, junto con el humor casi constante, lo que evita que “Yo soy Sam” se convierta en un pestiño infumable. La realidad es que no da tiempo a aburrirse. El montaje y la forma de rodarla ya es otro cantar, aunque se ve que ese mareo es intencionado (cuando enfocan a Sam la cámara se mueve mucho más que cuando enfocan a otro personaje, intentando dar la sensación de agobio y de incomprensión que siente).

"Yo soy Sam" es de esas películas que te solucionan un mal día. Y te mejoran uno bueno.