El planteamiento pudo ser interesante, pero no su desarrollo ni tampoco la resolución de aquel planteamiento eventualmente novedoso. Que tampoco lo era tanto porque las películas corales existen desde que el cine es cine y, salvo contadísimas excepciones, nunca funcionan.

En la mayoría de ellas porque las distintas historias suelen resultar irregulares, las unas respecto a las otras, y también porque no se llega al meollo del asunto con tantos frentes abiertos. No da tiempo material. En "Traffic" ocurre eso y algo más: que ninguna de las historias llega a interesar lo más mínimo. Lo mejor que tienen este tipo de productos es que, al menos, son entretenidos por aquello de ver tanta gente y descubrir la relación que les une, pero aquí ni eso.

No ha sido una sorpresa mayúscula ya que, de Steven Soderbergh, poco esperaba. Tampoco de un reparto lustroso pero poco estimable ni de unos tonos cromáticos tan pretendidamente desiguales que dan risa. Lo que sí era interesante era el tema en cuestión, el cómo la droga afecta a tantos ámbitos de la sociedad, desde su primigenio México hasta la mansión del jefe del control de drogas, por lo que es realmente penoso que no hayan sabido aprovecharlo.