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España España · Barcelona
Voto de Jaime Flores:
9
Romance. Drama. Aventuras Finales de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un hombre herido viaja en un convoy sanitario por una carretera italiana, pero su estado es tan grave que tiene que quedarse en un monasterio deshabitado y semiderruido, donde se encarga de cuidarlo Hana, una enfermera canadiense. Aunque su cuerpo está totalmente quemado a consecuencia de un accidente sufrido en África, tiene todavía ánimo para contarle a Hana la trágica historia de su vida. (FILMAFFINITY) [+]
29 de julio de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Épica, magnética y desoladora, y vibrante, placentera y clásica, y elegante, discreta y sutil… Y así podría seguir hasta mañana, como Katherine recitando las cosas que le gustan, pues puede que "El paciente inglés" sea la mejor película romántica que mis ojos hayan visto, mis oídos escuchado y mi piel notado, dado el erizamiento que me produjo cierta escena*(1). Erizamiento y lágrimas, pues con esa misma escena también logró que se me escapasen un par de lágrimas, yo, que no lloro nunca. En cuanto a películas románticas, a su nivel sólo percibo "La edad de la inocencia" y "El fin del romance".

Quería leer el libro antes de verla, pero en cuanto supe que dispondría de una tarde de completa soledad en mi casa de la Costa Dorada no pude reprimirme. Hacía tiempo que "El paciente inglés" me reclamaba. Fue un día verdaderamente sofocante: me desperté tarde, con ligera resaca, leí un rato mientras tomaba café, luego nadé en la piscina, bajé a la playa para tomar el sol y, a eso de las cuatro de la tarde, la dichosa avioneta británica con gasolina alemana apareció en mi pantalla mientras comía unos espaguetis recalentados y luego fumaba unos cuantos cigarrillos y tomaba el segundo café del día. Un domingo verdaderamente majestuoso que allí terminó, pues después de ver esta película ya no tienes cuerpo para nada más.

Cinematográficamente, es perfecta. Emocionalmente, es sobresaliente. Es pausada porque debe serlo, pero no aburrida. Todo en ella importa y siempre luce espectacular, amén de un apartado de arte majestuoso. A su favor tiene que el desierto posee una fuerza insuperable, y es que es en África dónde uno toma conciencia que sólo es una mota de polvo. Respecto a lo emocional de la película, la relación que mantienen los protagonistas atraviesa el alma. Primero divierte con esos tiras y aflojas propios de los amantes, que se quieren y se odian, esa felicidad y esa infelicidad solapadas, esos mil y un detalles que gritan sin una puñetera palabra -la hostia, el hueco-, el vaivén de sus conversaciones entre lo trivial y lo trascendental, ese pasar de hablar de nada a hablar de todo; y luego emociona cuando todo coge un vuelo que ni ellos esperaban, con el buitre de la imposibilidad sobrevolando y un sinfín de conversaciones dignas de un guion espléndido*(2). La imposibilidad de amarse fuera de las habitaciones a oscuras, de los mercados bulliciosos y de las miradas furtivas en medio de gentes que discuten sobre chorradas. La suya es la imposibilidad de amarse en la realidad y la también es la condena de saber que su amor es finito y, a ojos de los demás, ilegítimo y hasta asqueroso.

Ralph Fiennes es único para hacer de tipos torturados, taciturnos y fundamentalmente solitarios -es gracioso cuando K brinda por su futura mujer- por lo que su actuación no sorprende más allá de volver a ser magnífica. Kristin Scott Thomas, por su parte, posee el halo de las estrellas del cine clásico. Si hubiese nacido cincuenta años antes, hoy sería más famosa que Greta Garbo. ¡Qué presencia ante la cámara, Santo Cielo! Y sin hacer casi nada, pues ella muestra poco, lo que no significa que no sienta, así se encarga de recordárselo a su amante. Honestamente, no sé qué narices sucedió aquel año para que no se llevase el Oscar. ¿Quién se lo llevó? ¿La puñetera Katharine Hepburn interpretando a la reina de Inglaterra, otra vez?

Si bien la trama principal -Dios, qué sucio me siento al catalogar esto como trama- es apabullante, "El paciente inglés" no se queda ahí y construye a su alrededor un todo igualmente mágico: el monasterio abandonado, el recién llegado con cara de sospechoso, el hindú con pelazo (y las velas porque quieren que le encuentren), el propio paciente inglés, ya en otra fase de su vida*(3), y la enfermera, la otra gran protagonista. Ella es una mujer buena en su esencia, de esas que sólo parecen existir en las novelas y en el cine. Juliette Binoche está encantadora, su único problema es que, al lado de Kristin, cualquier otra fémina queda irremediablemente en segundo plano. Aunque un segundo plano espléndido, de eso se encarga el director. Para muestra, el doble plano final*(4).

Un final esplendoroso al que llegas, confieso, agotado tras la sucesión de clímax que nos da Minghella por orden de Ondaatje, pues cuento cuatro grandes momentos en sus últimos minutos que elevan la película de excelente a inolvidable*(5). Y cuando por fin llega el final, y vuelves a visionar la maldita avioneta, ya eres consciente, al menos yo lo fui, de que acabas de ver algo único y lamentablemente irrepetible. Ojalá me olvidase por completo de “El paciente inglés” y así pudiese volver a verla, a sufrirla y a disfrutarla por primera vez, de ser testigo de este milagro cinematográfico en el que queda meridianamente claro que el amor verdadero sólo puede ser trágico, finito o inalcanzable. Lo demás es miseria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jaime Flores
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