Me había decidido a no verla después de todas las sandeces con las que Lars Von Trier se prodigó durante el último festival de Cannes: que si se consideraba el mejor cineasta vivo del momento y de la historia después de Tarkovski, el sucesor natural de Bergman, que si sus películas están hechas para él y no para el público o que en realidad, cómo artista, no se debe a la audiencia sino a sí mismo.

Más aún después de haber padecido una profunda depresión, con la Biblia a mano como libro de mesilla, muchas de cuyas sensaciones (ansiedad, dolor) necesitaba plasmar en la película, redundando por enésima vez, no en referencias sino en obsesiones judeocristianas y para más inri entonando el mea culpa otra vez (“Anticristo”) y otra vez (“Rompiendo las olas”) y otra vez (“Bailando en la oscuridad”).

Todas aquellas lindezas, las de Cannes, unidas al rechazo casi únanime y sin miramientos que le propinaron crítica y público en aquel momento, sirvieron de comidilla en todos los ruedos en los que se hablaba de cine y a la postre, pubicidad gratuita al “Anticristo” de Von Trier.

Al final, la película cayó en mis manos y yo en la tentación.

No le daré coba. Es absurdo. Leer las conclusiones a las que ha llegado el usuario “lyncheano” y percatarse de que distan un abismo de las que yo, personalmente he interpretado, me hacen pensar que un debate sobre la película de marras supondría disertar sobre la cuadratura del círculo. Una absoluta pérdida de tiempo.

Y sin embargo, la primera hora de película (especialmente el prólogo, magistral) me pareció soberbia. El tratamiento de las crisis de pánico y agorafobia a las que se precipita la protagonista (gran actriz) y que detiene Dafoe a partir de unas técnicas de respiración controladas (“te voy a enseñar a respirar”) me han encajado como anillo al dedo con las reacciones lógicas que vive esa mujer tras la pérdida del niño. Eso sí, su ulterior progresión hacia la locura (por autoinculpación) atiborran un Sin-Dios de minutaje sin ley ni orden, desagradable, lento, repetitivo, excesivo, sanguinolento y con un zorro que habla y pronostica el caos. El caos asociado al furor uterino (tremenda la definición de la RAE para ninfomanía = satiriasis para el hombre o “estado de exaltación morbosa de las funciones genitales, propio del sexo masculino”… cómo cambia la cosa).

En definitiva, el Anticristo o ¿cómo estropear una buena película? Von Trier sabe hacerlo. Sin duda. El porqué del título es otra incógnita… ¿El ángel caído? ¿El niño por la ventana? Ni siquiera es posible llegar a una respuesta sobre su elección.

Excelente Dafoe y soberbia Gainsbourg.
Pero lo dicho, un caos.