La película narra las desventuras de tres huérfanos, que se han de enfrentar solos a situaciones de peligro, abuso, explotación, incomprensión y abandono. No es un cuento de hadas, sino un cuento en el que no hay hadas y, por ello, los niños lo han de confiar todo a su propio esfuerzo. En los cuentos infantiles, los protagonistas son los beneficiarios de las dichas y las venturas. En esta historia son las víctimas de todas las desdichas y desventuras posibles, a manos de unos mayores enloquecidos por la codicia. El conde Olaf, un malo capaz de matar, maltratar a los niños, engañar, fingir, extorsionar y mentir, encarna el colmo de la maldad y de la impunidad. Los niños, gracias a su ingenio, a su capacidad creativa, a los conocimientos obtenidos a través de la lectura, a su serenidad, a los consejos de sus padres, a su esfuerzo y arrojo, sabran salir adelante de todas las desdichas.

La interpretación múltiple de Jim Carrey se desarrolla con brillantez e ironía: consigue el tono desmesurado y caricaturesco que requiere el relato. La niña mayor (Violet) y el niño (Klaus) realizan sus papeles con encomiable verosimilitud. Los escenarios están construídos con habilidad y cumplen adecuadamente la función de aportar espectacularidad y grandiosidad.