Media votos
6,7
Votos
5.206
Críticas
1.665
Listas
182
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Miquel:
9
8,1
20.163
30 de noviembre de 2008
34 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Potente drama de Blake Edwards (“La pantera rosa”, 1963), especialista en comedias. El guión, de J. P. Miller, se basa en el film de televisión “Days of Wine and Roses” (1958), de John Frankenheimer. Se rueda en escenarios naturales de San Francisco y alrededores (CA) y en los platós de Warner Studios. Nominado a 5 Oscar, gana uno (canción). Producido por Martin Manulis para la Warner, se estrena el 26-XII-1962 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en San Francisco y alrededores, y brevemente en Huston (Texas), a lo largo de unos 6 años (1955-1962). Joe Clay (Lemmon), hijo de un actor y una cantante, de los que está distanciado, trabaja como jefe de relaciones públicas de una empresa importante. Su trabajo le obliga a organizar fiestas, con compañía femenina y abundante consumo de alcohol, para ejecutivos de la casa y de empresas relacionadas con ella como clientes o proveedores. A causa de una confusión conoce a Kirsten Arnesen (Remick), secretaria de un directivo de la casa, hija de una familia de origen noruego, educada en el rigorismo luterano. Poco después se casan y tienen una hija, Debbie. Él es simpático, campechano, de trato agradable, solitario, diligente y aficionado en exceso a la bebida. Ella es guapa, atractiva, cautelosa, abstemia y aficionada al chocolate. Vive sola en San Francisco, tras dejar la casa del padre, Ellis (Bickford), viudo, callado, serio y rigorista, que explota un vivero de flores en San Mateo (Bahía de San Francisco).
El film suma romance, drama y algunos apuntes documentalistas. La obra, décimo largometraje de Edwards, construye un análisis sincero y detallado del alcoholismo y sus efectos devastadores sobre las personas. Es éste un tema recurrente en la filmografía del realizador.
Apunta los posibles factores causales: relaciones familiares problemáticas, falta de cariño de los padres, educación estricta, predisposición congénita, personalidad frágil, fuerte presión social de la cultura de la resignación, etc. Explica las consecuencias: abandono de las responsabilidades familiares, degradación física, malos tratos, intentos vanos de recuperación, soledad, delirios, etc. Lo que más interesa al autor no son los episodios que jalonan la vida del alcohólico, sino la exploración global de su imparable proceso de autodestrucción.
El guión presenta a unos personajes bien desarrollados psicológicamente. Explica los procesos con coherencia y verosimilitud. Mantiene un nivel alto de tensión dramática, que se despliega en un crescendo administrado con habilidad y mesura. Se expresa en términos sobrios y austeros, con renuncia a grandes efectismos. Hace uso en varias ocasiones de referencias documentalistas. La dilatada extensión temporal del relato (6/7 años) obliga a realizar saltos de tiempo, que se identifican con suficiente claridad.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en San Francisco y alrededores, y brevemente en Huston (Texas), a lo largo de unos 6 años (1955-1962). Joe Clay (Lemmon), hijo de un actor y una cantante, de los que está distanciado, trabaja como jefe de relaciones públicas de una empresa importante. Su trabajo le obliga a organizar fiestas, con compañía femenina y abundante consumo de alcohol, para ejecutivos de la casa y de empresas relacionadas con ella como clientes o proveedores. A causa de una confusión conoce a Kirsten Arnesen (Remick), secretaria de un directivo de la casa, hija de una familia de origen noruego, educada en el rigorismo luterano. Poco después se casan y tienen una hija, Debbie. Él es simpático, campechano, de trato agradable, solitario, diligente y aficionado en exceso a la bebida. Ella es guapa, atractiva, cautelosa, abstemia y aficionada al chocolate. Vive sola en San Francisco, tras dejar la casa del padre, Ellis (Bickford), viudo, callado, serio y rigorista, que explota un vivero de flores en San Mateo (Bahía de San Francisco).
El film suma romance, drama y algunos apuntes documentalistas. La obra, décimo largometraje de Edwards, construye un análisis sincero y detallado del alcoholismo y sus efectos devastadores sobre las personas. Es éste un tema recurrente en la filmografía del realizador.
Apunta los posibles factores causales: relaciones familiares problemáticas, falta de cariño de los padres, educación estricta, predisposición congénita, personalidad frágil, fuerte presión social de la cultura de la resignación, etc. Explica las consecuencias: abandono de las responsabilidades familiares, degradación física, malos tratos, intentos vanos de recuperación, soledad, delirios, etc. Lo que más interesa al autor no son los episodios que jalonan la vida del alcohólico, sino la exploración global de su imparable proceso de autodestrucción.
El guión presenta a unos personajes bien desarrollados psicológicamente. Explica los procesos con coherencia y verosimilitud. Mantiene un nivel alto de tensión dramática, que se despliega en un crescendo administrado con habilidad y mesura. Se expresa en términos sobrios y austeros, con renuncia a grandes efectismos. Hace uso en varias ocasiones de referencias documentalistas. La dilatada extensión temporal del relato (6/7 años) obliga a realizar saltos de tiempo, que se identifican con suficiente claridad.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
spoiler:
El título se toma de los versos de un poema del autor inglés Ernest Dowson (1867-1900), que recita Kirsten de forma premonitoria. Dicen: “Recoged las rosas mientras podáis: largos no son los días de vino y rosas. De un nebuloso sueño surge nuestro sendero, que se pierde en otro sendero”. Son escenas memorables, la irónica escena del vecindario concentrado en la escalera en defensa de la resignación ante el acoso de las cucarachas, el ataque de delirium tremens de Joe, la búsqueda de una botella en el vivero de flores, la última conversación de Kirsten y Joe, los planos finales y otras. Son espléndidas las interpretaciones de Lemmon y Remick.
El cine ha dedicado atención al alcoholismo en numerosas ocasiones. De modo monográfico lo ha hecho, entre otros, en los siguientes films: “Campeón” (Vidor, 1931), “Días sin huella” (Wilder, 1945), “Mañana lloraré” (Daniel Mann, 1955), “Leaving Las Vegas” (Figgis, 1995).
La música, de Henri Mancini (“El guateque”, 1968), ofrece una partitura de cortes ligeros y bailables de acompañamiento, dramáticos y estremecedores (solo de corno francés a cargo de Vincent de Rosa). Incorpora la canción de voces mixtas “Days of Wine and Roses” (Mancini y Mercer). Añade dos temas ajenos: “Rock-a-Bye Baby” y “I Only Have Eyes for You” (Warren). La fotografía, de Philip Lothrop (“La pantera rosa”, 1963), en B/N, aporta imágenes de luces contrastadas, emocionantes claroscuros y una descripción visual sincera, meticulosa, sobria y realista, de aires clasicistas. Destacan los planos picados y contrapicados de la escalera de vecinos, del delirio de Joe y del final.
Film bien construido, correctamente documentado y bien interpretado, de elevado nivel dramático, con música adecuada y excelente fotografía.
El título se toma de los versos de un poema del autor inglés Ernest Dowson (1867-1900), que recita Kirsten de forma premonitoria. Dicen: “Recoged las rosas mientras podáis: largos no son los días de vino y rosas. De un nebuloso sueño surge nuestro sendero, que se pierde en otro sendero”. Son escenas memorables, la irónica escena del vecindario concentrado en la escalera en defensa de la resignación ante el acoso de las cucarachas, el ataque de delirium tremens de Joe, la búsqueda de una botella en el vivero de flores, la última conversación de Kirsten y Joe, los planos finales y otras. Son espléndidas las interpretaciones de Lemmon y Remick.
El cine ha dedicado atención al alcoholismo en numerosas ocasiones. De modo monográfico lo ha hecho, entre otros, en los siguientes films: “Campeón” (Vidor, 1931), “Días sin huella” (Wilder, 1945), “Mañana lloraré” (Daniel Mann, 1955), “Leaving Las Vegas” (Figgis, 1995).
La música, de Henri Mancini (“El guateque”, 1968), ofrece una partitura de cortes ligeros y bailables de acompañamiento, dramáticos y estremecedores (solo de corno francés a cargo de Vincent de Rosa). Incorpora la canción de voces mixtas “Days of Wine and Roses” (Mancini y Mercer). Añade dos temas ajenos: “Rock-a-Bye Baby” y “I Only Have Eyes for You” (Warren). La fotografía, de Philip Lothrop (“La pantera rosa”, 1963), en B/N, aporta imágenes de luces contrastadas, emocionantes claroscuros y una descripción visual sincera, meticulosa, sobria y realista, de aires clasicistas. Destacan los planos picados y contrapicados de la escalera de vecinos, del delirio de Joe y del final.
Film bien construido, correctamente documentado y bien interpretado, de elevado nivel dramático, con música adecuada y excelente fotografía.