Como digo en el título, la primera temporada de “Los Medici” es una absoluta gozada para la vista. Explotando a fondo el marco incomparable de la maravillosa Florencia (mi ciudad favorita de Italia después de Roma), de los paisajes de la Toscana y de localizaciones como los salones de la Villa del Este, la serie nos sumerge en los tejemanejes de familia Medici en pos del poder absoluto en la ciudad renacentista por excelencia. La catedral de Santa María del Fiore (todavía sin su cúpula doble de Brunelleschi, de cuya construcción somos testigos), el Ponte Vecchio (sin algunas de las cosas que hoy soporta), el Baptisterio, las calles, la plaza y el interior del Palacio de la Signoria... Sumemos a ello un vestuario primoroso y un acertado plantel de protagonistas (Dustin Hoffman -el patriarca de la familia-, Richard Madden -Cosme de Medici-, Annabel Scholey -Conttesina-, etc) dan vida a una de esas ficciones históricas de poder, celos, deseo y frustraciónque, si bien distorsionan la realidad (ni todos eran tan guapos ni limpios ni esbeltos, ni todos los hechos fueron como se narran, cosa que ya hemos visto en otras grandes producciones como “Los Tudor” o “Isabel”), tanto nos gustan y tanto disfrutamos.