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España España · santiago de compostela
Voto de berenice:
3
Drama Este clásico del cine mudo fue el primer film que explotó el movimiento de cámara. Narra cómo el portero de un lujoso hotel, un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se va desintegrando lentamente. (FILMAFFINITY)
23 de diciembre de 2013
21 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que el caldo de cultivo intelectual que rodeaba a Murnau durante la Alemania de la República de Weimar, (cuyas calles aún destilaban alegría, como se ve en la película), era de los más sofisticados de toda la cultura occidental; a pesar de que otros maestros habían sacado ya mucho partido psicológico del no tan reciente invento del cinematógrafo, a pesar de todos los pesares, el director alemán trata a su público como a los ignorantes campesinos que, boina en mano, miraban las portadas de las catedrales, donde se entendían los mensajes mediante sencillas alegorías en piedra. No, la película no es un estudio social sobre la vejez, sino una crítica a la hipocresía, elaborada con unas metáforas para niños tan tontunas que convierten en jeroglíficos a las moralinas de Disney. Que uno es respetado por tener dinero, o que hay que aparentar, son temas universales, tratados de mil formas distintas en otras ocasiones, pero pocas tan tontamente evidentes, como un mal sermón de un mal cura. Aquí la reina metáfora se centra en un uniforme de portero de hotel, pero es tan obvia, tan cansina, tan para críos, que ya empiezas a mirar el reloj a los pocos minutos. Los personajes-símbolo parecen diseñados por alumnos de primaria: ese director de banco, ese vecindario... incluso la imposible hija. Para colmo, Murnau ha decidido alargar la nimiedad con lentitudes exasperantes, con acciones aún más nimias que se estiran hasta lo imposible. No hay ninguna medición de los tempi en los movimientos del gordo Jannings, hasta el punto de que parece que es él el que manda, que no está sujeto a ninguna directriz. Toda acción, aun la más inocua o innecesaria para el devenir de la trama, es eterna, aburrida: una cosa tan tonta como agacharse para coger un cepillo, por ejemplo, puede convertirse en una tortura soporífera mientras se decide esta estrella geriátrica decimonónica.
Las exhibiciones técnicas, como el deforme sueño donde el portero es fortísimo, son en extremo aburridas, aunque den el único toque expresionista real de la cinta. Los atrevidos movimientos de cámara son meritorios, pero tendrían que esperar mejores ocasiones artísticas para tener sentido. En resumen, antigualla comida por la polilla sólo apta para los que parten con el prejuicio favorable de que es de Murnau, que son los que aplaudirán.
Mención aparte merece la actuación de Jannings, un sapo obnubilado insufrible, cargante, exasperante, quizá una de las peores actuaciones que he visto en una pantalla y que, en su patetismo, recuerda la caricatura que de esos viejos histriones hacía Fernán Gómez en "El viaje a ninguna parte", (¿os acordáis: "¡¡¡Señoritoooo!!!"), sólo que allí la reliquia era tratada con cariño, y en esta ocasión dan ganas de recagarle la cara a trompadas. El final alternativo, ridículo. Está tan pasada, que ni siquiera dándole la vuelta a la moraleja, (cantemos al dinero), tiene gracia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
berenice
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